Quien hable del aborto, que lo haga de verdad. Que lo vea, cara a cara, que mire qué, mejor dicho, quién hay antes y cómo queda después. Que tenga el valor de mostrarlo mientras lo defiende, que con imágenes en mano, o ante una mujer a quien le ha destrozado la vida, diga que eso es progreso y libertad. Luchar por unas leyes que defiendan al no nacido y ayuden a la mujer embarazada, no es quitar derechos. Es devolverlos a quien la ideología que se auto proclama avanzada, ha quitado por ley. Es eliminar de un país civilizado, prácticas salvajes que destruyen vidas humanas, es reconocer el valor de la mujer embarazada y comprometerse con ella para que no se encuentre sola ni le falte lo que necesite. El aborto es un procedimiento cruel e injusto que destruye la vida del no nacido y tiene terribles consecuencias para la mujer. Esto es algo objetivo y lo bueno es que podemos evitarlo.
Hablar en abstracto es fácil, convertir la mentira en bandera para defender derechos inexistentes, es perverso. No defiende más a la mujer quien dice nosotros y nosotras, todos y todas, quien se centra en si un adversario político ha hecho un comentario machista mientras niega la evidencia de que una embarazada lleva un hijo dentro de su vientre y pretende hacer creer que dentro no hay nada o que es un ente indefinido, enemigo de su cuerpo y su vida a quien puede eliminar violentamente y destrozarlo cruelmente como nunca lo haría con un animal.
No permitamos que la ideología abortista convierta el derecho a la vida en una simple opción ni que invente el derecho a destruirla. Ni que las mujeres embarazadas sigan siendo atendidas casi exclusivamente por voluntarios de asociaciones provida, como desde hace más de 30 años generosamente llevan haciendo. El Estado debe comprometerse y los políticos, todos, deberían enorgullecerse de defender el derecho a la vida de todos los seres humanos. Quienes nos representan no pueden pasar de puntillas sobre el tema ni buscar el punto que no les traiga demasiados problemas o les asegure seguir en el poder. España ha perdido ya casi dos millones de vidas humanas por el aborto. Las mujeres y los hombres, llevan heridas profundas en sus vidas, que debemos facilitar que curen. Es urgente reconocerlo e implicarse de corazón.
Trabajemos por que se diga la verdad, luchemos para que a toda persona que tiene una responsabilidad, se le exija que no discuta los derechos fundamentales sino que ponga todos los medios a su alcance para asegurarlos.
Los mandatos pasan, el bien o el mal hechos, dejan sus consecuencias. Gracias a los que no tiran la toalla, a los que cada día, siguen en esta loca y hermosa aventura de la vida. No hay nada más justo y urgente por lo que luchar. Ni desde la política, ni desde cualquier lugar y circunstancia que nos haya tocado vivir. Nada es pequeño ni inútil. ¡Adelante siempre!